Teatro Sumergido expulsa a: Iván


Pasen y vean, no pierdan detalle, atentos a la pista central, la compañía Teatro Sumergido tiene el placer y el honor, señores y señoras, y sobre todo niños y niñas, de presentarles al próximo funcionario de la cultura oficial. ¡Que ¡edoblen los tambores, turrututún, turrututurrún, que suenen las trompetas, títirirí tantán, con todos ustedes el mágico, con su corbata y su suplemento bajo el brazo, desde la tribuna académica!: Ivaaaán.

No nos hemos vuelto locos, ni tratamos de reírnos de ustedes, o quizá sí. No les estamos engañando. Iván, uno de los fundadores de este proyecto y ya ex-miembro, aunque hubiéramos preferido que nunca lo hubiera sido, se está convirtiendo en un máximo representante de la cultura oficial, de la sección que llaman alternativa.

Bueno, quizás sí hemos mentido en algo, y es que desde luego no tenemos ningún placer en presentar a semejante individuo y sus proezas, semejante sujeto al que calificarle de traidor es poco. Nuestro único placer es el de anunciar su inmediata expulsión y desear que ojala olvide pronto la vinculación que unía a este grupo de desilustrados que conforman el 'Proyecto Sumergido' a este nuevo aspirante a ordenanza del Ministerio de Cultura.

Lamentamos no haberlo hecho antes, no habernos dado cuenta antes de sus sucias maniobras para utilizar al grupo como plataforma de ascenso, como mero escalón al que pisar. Y tal vez, el sí que haya sido el mayor sumergido de todos, pero en el sentido contrario de lo que buscábamos, él desde de las profundidades, no del río o del océano, sino de la ciénaga, intentó apropiarse del proyecto para medrar y hacer contactos, intentando embarcar al resto en proyectos para su promoción, proyectos que Teatro Sumergido no podía ni debía asumir.

Pero hemos descubierto al impostor. Sus discursos seductores pero vacío y su pose independiente pero aspirante a hacerse un hueco en la Kultur del sistema ya no nos engañan. Nosotros, que hemos heredado un mundo en ruinas expuestas en vitrinas, habíamos decidido no cargar con ninguna losa más, no contribuir a este cementerio de simulacros y falsedades. Iván sin embargo ha decidido convertirse en el mozo del sepulturero a cambio de unas palmaditas y un posible ascenso. No sabemos si llorar o vomitar.

Señores y señoras, niños y niñas, no se pierdan el patético espectáculo, luego vendrán los payasos, lo prometemos.

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